Estaba cubierta por una suave brizna y sus ojos empezaban a gatillar ciertas palabras que mi subconsciente se negaba a entender. Entonces, me propuse acortar la distancia de nuestros cuerpos y luego de unos pasos, pude escuchar el cántico sosegado y melodioso de su voz.
Ella tejía versos y sus brazos arropaban la soledad de mi carne; en ese instante, comprendí que la lluvia desparramada por las calles solo buscaba la fuente de su existencia, su alma encantada, ese manantial que, al parecer, alimentaba mi sed.
El horizonte empezó a opacar los pequeños ases que iluminaban su aura. Antes de abrir los ojos, pude acariciar sus mejillas y fijar mimbrada en el fulgor de la suya; un frío me recorrió entero y, mientras el capullo de su esencia afloraba al amanecer, encontré la prisión de un sueño confuso… un pacto secreto rodeando su cintura.
Ella tejía versos y sus brazos arropaban la soledad de mi carne; en ese instante, comprendí que la lluvia desparramada por las calles solo buscaba la fuente de su existencia, su alma encantada, ese manantial que, al parecer, alimentaba mi sed.
El horizonte empezó a opacar los pequeños ases que iluminaban su aura. Antes de abrir los ojos, pude acariciar sus mejillas y fijar mimbrada en el fulgor de la suya; un frío me recorrió entero y, mientras el capullo de su esencia afloraba al amanecer, encontré la prisión de un sueño confuso… un pacto secreto rodeando su cintura.