miércoles, noviembre 23, 2005

La estocada certera del Perro Dartagnan

Ya estaba cansado de tanto consentimiento, una verdadera exageración. Lentamente comenzaba a acumular un cierto odio y desprecio, lucubrando en su intimidad el plan perfecto para desterrar al maligno consejero del rey. "Si, si", ladraba entre dientes mientras veía que su plan se construía con una brillantes aristotélica, un calculo filosóficamente perfecto, donde nada podía ni debía fallar.

La cuarta tarde del invierno, mientras el cielo pestañeaba gotas blancas, comenzó a articular su magistral, aunque pérfido, plan. Se trataba de una emboscada, un reto con un solo ganador, un epitafio sigilosamente escrito para una sola especie. "¡Guau!, bosciferaba encantado a medida que su obra maestra comenzaba a tomar cuerpo en aquel pedazo de papiro traído desde Egipto.

En la cena de celebración de la Pascua, miles de invitados se dieron cita en el salón más bello del castillo, el epicentro de todos los bailes y fiestas brindadas por su majestad a la aristocracia del reino. Nadie podía siquiera imaginar el presente con un final distinto al ofrecido rutinariamente.

Todo mundo pensaba que Don Miau era un tipo ilustrado, una especie de gato que asistió a los mejores recintos educacionales del continente. "BlasGuaumias", decía Dartagnan. Esa noche, tuvo que asistir cubierto por trajes que despitaran la atención de su sexapiel, el que en otros tiempo fue el centro de atracción de todos los bailes hasta la llegada de su enemigo.
Como era la costumbre, en Pascua no se consumían alcoholes fuertes, solo vodka, ron, gin, pisco (chileno por supuesto, porque el pisco es chileno y no peruano), whisky y, para los que no deseaban dar jugo, Bailys.

En lo mejor de la noche, cuando todos los ojos se centraban en la pista, donde estaban Don Miau bailando con la reina, la tensión se dirigió hacia la puerta del salón, donde el as de luz de un reflector fue el único destello que iluminaba la habitación.

Tal fue la sorpresa de Don Miau, que sus patas comenzaron a tiritar y sus maullidos se volvieron cacareos de gallina asustada. Un periodista del diario local, El Reino, el más conocido, certero y sin escrúpulos, se instaló en la puerta con la última edición del vespertino.
La foto de portada, a página completa, con un título degradante y, a la vez, sorprendente, denunciaba a Don Miau como un egolatra ladrón y vividor que usurpaba la confianza del Rey.

El periodista era Ratónde Colapelada, famoso por descubrir y esclarecer muchos casos de este tipo. En un rincón, Dartagnan estaba sonriendo, con un ladrido burlesco; la mirada asustada de Dartagnan lo apuntó y luego.... "Gato re conch" hizo retumbar los cristales del Salón.
Días más tarde, llegó la noticia que Don Miau se dirigía a las Islas de Tomás (mítico por sus construcciones naturales en piedra y la riqueza rejuvenecedora de sus aguas), seguido por una hueste de unos 5.000 hombres armados, encabezados por el Rey. Don Miau, por supuesto, andaba a pata.

En el reino, la foto causo tal impacto que, la reina, en ausencia de su esposo, nombró consejo a Dartagnan y fue su amante hasta el regreso del Rey con la cabeza de Don Miau, cuyas últimas palabras fueron: ¡Miau!.

Fin.

©2005, Amaro Silveira
Foto: Blog Carolina Requena

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