
La tarde acaecía sobre nuestros cuerpos imrpovistos de todo abrigo, mas la fragua de su carne alientaba al deseo. La luz de un faro distante nos alejó y sus ojos gemián. Su piel erizada, postrada frente a mis harapos, un cuadro inolvidable que volvería a su vida en la caída de la tarde, esa vida que, desde el último asiento, encontre soñadora y hermosamente intacta como en el ocaso anterior; una nebulosa envolvente y dulcemente intrigante. Atrás de su suave velo, la sonrisa que no se apaga e invade las tierras de mi olvido.
©2005, Amaro Silveira
Foto: Internet
2 comentarios:
Que bueno que estés publicando lo que escribes. Todo lo que es masificación.
Ojalá se me pegue el espiritú pa escribir.
Buena kumpa no te habia dejado comentario, pero he leido algunas cosas, pero me llamo la atencion esta, yo he visto esa foto por ahi
cuidate nos vemos
chaus
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