La noche asechaba y una densa neblina cubría el techo estelar. A ada paso se sumaba la tristeza de la noche; los ojos de las tinieblas parecían gatos esperando a su presa. En cada rincón se delineaban tenebrosas figuras, que, a simple vista, tornaban la calma en una desesperación agitada, agónicamente infartante.
Un silbido del viento complacía la estancia en el lado B. El frío de la persecusión se inhibía como el hielo en el albor de la primavera. Los rostros descascarados por los pecados mundanos, consumían los sueños en un espacio silencioso y olvidado.
Detrás de las sombras que profesaban las ramas de un viejo roble, la escultura angelical vestida de azabache, con alas bordadas con el oro del alba; estrellas bondadosas atrajeron la atención del lente, inmortalizando el claroscuro que su esencia iluminaba y alimentaba plácidamente a los futuros de infantes historias, uniéndome con sus cadenas al climax del pan y miel de sus lágrimas savias y piadosas entregadas sin esperar mayor recompensa que la divina santidad.
Al filo de caer en un espasmo vertiginoso, sus manos condujeron los versos hacía el principio de una vocación enigmática. No volví a soñar con su manantial bondadoso, benerado en el legado de su sonrisa cautivante, mirada seductora, retrato fiel de un ideal y del yugo de su corazón includicable en los débiles materiales.
Un silbido del viento complacía la estancia en el lado B. El frío de la persecusión se inhibía como el hielo en el albor de la primavera. Los rostros descascarados por los pecados mundanos, consumían los sueños en un espacio silencioso y olvidado.
Detrás de las sombras que profesaban las ramas de un viejo roble, la escultura angelical vestida de azabache, con alas bordadas con el oro del alba; estrellas bondadosas atrajeron la atención del lente, inmortalizando el claroscuro que su esencia iluminaba y alimentaba plácidamente a los futuros de infantes historias, uniéndome con sus cadenas al climax del pan y miel de sus lágrimas savias y piadosas entregadas sin esperar mayor recompensa que la divina santidad.
Al filo de caer en un espasmo vertiginoso, sus manos condujeron los versos hacía el principio de una vocación enigmática. No volví a soñar con su manantial bondadoso, benerado en el legado de su sonrisa cautivante, mirada seductora, retrato fiel de un ideal y del yugo de su corazón includicable en los débiles materiales.
©2005, Amaro Silveira
Foto: Internet
2 comentarios:
Hola,
Muy buen blog, e interesante historia.
Saludos
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