Se cuerpo se agitaba armónicamente con el ritmo de las luces y la música del cubo soñador. Una multitud se interpuso entre su egocéntrico y seductor arte, y mis ojos posados en la penumbra de la larga y angosta faja de madera. Un halo de tenmsión cegó el espacio en el que me atrapó su suave y penetrante mirada; el hielo se apoderó de mis sentidos en el instante presiso en que sus manos forjaron la senda hasta su altar. La fuerza de la sinfonía opaco la visión, sus dedos acariciaron mi rostro agitado y guarde el secreto de su savia en la mezcla del almíbar de sus labios y la imperfección de mi camuflaje.
©2005, Amaro Silveira
Foto: Jorge World
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