Camina bosques espezos, surca senderos y bebe agua de su cantimplora
Escudriña en los rincones de la realidad, en el silencio y en las tinieblas
Crea fórmulas matemáticas, escribe decálogos, sueña con una respuesta;
María Ignacia es una mujer simple, con curvas casi perfectas
Anhelando encontrar la luz en un portal
Ella es una estrella cristalina, suave y tersa
Enredadada en fantasías de niña estudiando la vida
Descubre lugares y los hace esculturas de almíbar
Teje marañas de ilusiones, las ve flotar y viaja en ellas
Es una flor rodeada por olas de suave procedencia.
María Ignacia es una bella constelación
Es le néctar que alimenta la bondad de un verso
Seduce con su mirada y penetra los féretros magros hasta ese momento
Los vuelve iracundos, esquizofrénicos llamados de libertad cristalinos;
María Ignacia es la letra que guarda un secreto
Lo convierte en poesía y lo guarda en un cajón
Tesoro indeleble, retorcido, esculpido en piedra de oro
Como sus ojos, afluentes de bondad, adornados con pétalos cenicientos
Venus que embellece el Olimpo pacientemente con hilos misteriosos.
María Ignacia es un espacio sin fin
Es el deseo encarnado y descifrado
Es el momento inmortalizado entre el ruido y el movimiento
Entre la espectativa y el ojo sigiloso de la noche
Es el verso que cae sobre los hombros
Se hace eterno sufrimiento misericordioso
Se transforma en piernas, caderas y cabello de algodón;
María Ignacia es capaz de estampar su felicidad y su pena en el aire
Ahoga al oxígeno y lo devuelve con un toque de manzanilla
Es el viento que recorre incluadicable, los parajes ocultos de mi poesía
Es el duelo que trasciende la eternidad
Clímax y desenlace, vuestra virtud es desmayar a los soles infernales
Es ese pequeño trazo de miel que inunda un espacio
El complejo certamen convergente en el polén de tus entrañas
La maravillosa experiencia, el cuento sin final, la duda entre el conocimiento acabado.
María Ignacia es el futuro de un sueño
Es la revelación de una encrucijada
Es la divina tristeza, es el perfecto augurio,
Un compás singular y perfectamente coluído en melodías delirantes;
María Ignacia no sabe de recetas, las busca y no las encuentra
Pide respuestas y continua su camino entre la hierba y el mordaz
Es una condición de vida, es el destello que emana de un manatial
Es la cúpula de un sueño, es la perdición en cada detalle
Es la fórmula y el ocaso de la felicidad...
María Ignacia es el secreto de la felicidad
Un poema y una canción celestial
El eclipse de dos miradas desinteresadas
El aroma de su savia desnuda
La esencia recorriendo el lugar
Volviendo, una y otra vez, al real contenido;
María Ignacia es la continuación de la vida
El ir y venir de los encantos
La majestuosa deidad virginal
Es la única respuesta a todo cuanto te preguntas
En la boca del silencio y en el abismo de tu verbo sagrado,
Paradisíaco paraje alejado de esta realidad...
©2005, Amaro Silveira
Foto: María Gracia Subercaseaux, Desarticulated
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